A raíz de los resultados del informe PISA 2022 nos permitimos reabrir el debate sobre la pertinencia y regularización del uso de teléfonos celulares y otros dispositivos móviles por parte de niñas, niños y adolescentes, tanto dentro como fuera de las aulas. Esta discusión es compleja y multifacética, involucrando diferentes perspectivas, opiniones y consideraciones.

Algunos argumentan que los dispositivos móviles ofrecen oportunidades educativas significativas, permitiendo el acceso a recursos en línea, aplicaciones educativas y herramientas de colaboración, mientras otros sostienen que los dispositivos móviles pueden distraer a los estudiantes, interrumpir la atención y afectar negativamente el rendimiento académico.

Por un lado, se argumenta que la integración adecuada de dispositivos puede mejorar la participación, la investigación y el aprendizaje activo; pero, algunos estudios sugieren que el uso excesivo de estos dispositivos -especialmente para actividades no relacionadas directamente con el aprendizaje dentro del aula-, puede tener efectos negativos en el rendimiento académico.

Se destaca que el uso de dispositivos móviles puede ayudar a desarrollar habilidades digitales y competencias necesarias en el siglo XXI; sin embargo, también existe la preocupación que estas precarizan el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, así como aumenta el riesgo de dependencia tecnológica.

Algunas posiciones abogan por normativas estrictas que regulen el uso de dispositivos en el aula para minimizar distracciones y promover un entorno de aprendizaje efectivo; pero otras argumentan que la prohibición total puede ser contraproducente y que es más efectivo fomentar un uso responsable a través de la educación y la mediación

Se reconoce que la efectividad del uso de dispositivos puede depender del contexto educativo y de las características culturales de cada lugar; sin embargo, hay preocupaciones sobre la brecha digital y la desigualdad en el acceso a dispositivos y recursos tecnológicos.

El informe PISA 2022 reveló, por un lado, que más de la mitad de los estudiantes chilenos encuestados señalan haberse distraído en clases debido al uso de estos dispositivos, evidenciando que esta distracción está directamente vinculada al proceso de aprendizaje. Pero, por otro lado, el informe resaltó que esta situación se transforma de manera significativa cuando los dispositivos se utilizan con fines educativos, subrayando la dualidad de su impacto en el ámbito educativo.

Cuando se evalúa la pertinencia de prohibir o permitir estos dispositivos en las aulas, diversos estudios han concluido que la prohibición conlleva también efectos negativos. Entre ellos, niveles más elevados de ansiedad en los adolescentes y un uso compulsivo y prolongado fuera del aula. Esto pone en tela de juicio la idea de que la prohibición automática aseguraría mejores resultados educativos.

El Ministerio de Educación, en sintonía con esta perspectiva, señaló en 2019, al editar las “Orientaciones para la regulación de celulares y otros dispositivos móviles en establecimientos educacionales”, la necesidad de reflexionar sobre lo que está en juego al permitir el uso de dispositivos móviles en niños y adolescentes.

Está claro que las tecnologías digitales pueden mejorar nuestras vidas, pero su máximo potencial solo se puede aprovechar fortaleciendo las estrategias para asegurar un uso adecuado. Dada la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas, en lugar de optar por prohibiciones generalizadas en ciertos espacios, es crucial avanzar hacia una regulación y mediación activa. Esto implica aprovechar los beneficios de la tecnología sin comprometer la calidad del proceso educativo, promoviendo un uso consciente de los dispositivos en el entorno escolar.

La discusión sobre el uso de dispositivos móviles en la escuela no está aún cerca de lograr un consenso. Por lo que es necesario encontrar un equilibrio entre aprovechar las oportunidades educativas que ofrecen y mitigar los posibles desafíos y distracciones que, de su mal uso, puedan surgir. La implementación exitosa de ellos, va a depender de una suerte de combinación entre estrategias educativas específicas, políticas escolares claras y la participación activa de educadores, padres y madres, y de los mismos estudiantes.

Swapna Puni Estévez
Educadora de Párvulos, Magíster en Psicología Educacional

Jefa de Proyectos de Grupo Educativo