La cofundadora de Grupo Educativo y actual rectora nacional de la Universidad Santo Tomás (UST) repasa los orígenes de la institución, sus valores fundacionales y el sello que ha permitido sostenerse por más de 15 años: rigurosidad, trabajo colaborativo y la convicción de que es posible mejorar la educación en Chile.
– ¿Cómo nació la idea de crear Grupo Educativo?
Diría que nació de una inquietud personal de Paulina y mía. Ambos teníamos bastante experiencia en temas de educación, muchas ideas y también una mirada crítica sobre lo que se podía mejorar. Queríamos aportar con propuestas concretas y con la convicción de que la educación es esencial para el desarrollo del país.
Si lo pienso en retrospectiva, Grupo Educativo surgió en un momento en que en Chile aparecieron muchas fundaciones e instituciones de apoyo al sistema educativo. Fue una etapa en la que se generaron centros de pensamiento, consultoras y organizaciones con el propósito de cambiar la educación. En ese contexto nacimos nosotros, con la idea de que cada proyecto que hiciéramos debía dejar aprendizajes que pudieran servir al sistema en su conjunto.
– ¿Cómo compatibilizaron ese deseo de incidir en políticas públicas con el hecho de ser también una empresa?
En este sector, ya sea como fundación o como empresa, no existen grandes rentabilidades. El valor está en las personas y en la capacidad de gestión. Eso implica ser muy eficientes, responder con calidad a cada proyecto y asegurar buenas condiciones de trabajo para los equipos.
Más allá de la figura legal, lo importante es la responsabilidad que asumes. La asesoría en educación no se sostiene en capital financiero, sino en el compromiso, las capacidades y la seriedad con que se trabaja.
– ¿Qué tipo de personas buscaban al conformar el equipo?
Siempre apostamos por la diversidad disciplinaria y por personas motivadas. Nos reíamos porque, aunque nunca estuvo escrito, parecía que uno de los criterios de selección era haber sido jefe scout: gente capaz de liderar, sacar adelante grupos, entusiasta, con múltiples recursos más allá de lo estrictamente profesional.
Desde el comienzo, el ambiente de trabajo fue riguroso pero también cercano y colaborativo. Al ser una organización pequeña, poco jerárquica, todos asumíamos distintos roles según el proyecto: a veces líder, a veces colaborador. Eso nos enseñó a aprender juntos y a mantener una estructura flexible pero exigente.
– ¿Cómo describirías el sello cultural de Grupo Educativo después de tantos años?
Diría que es un espacio muy estimulante, donde se combina responsabilidad y rigor con alegría y cercanía. Algo muy valioso es que, a diferencia de muchas instituciones que surgieron hace 15 años y ya no existen, nosotros hemos logrado mantenernos fieles al propósito original y funcionando de manera sostenible.
Ese sentido de autonomía y autogestión es muy satisfactorio, y ha permitido que nuevas generaciones se incorporen al proyecto con una base sólida.
– ¿Qué no debería perder nunca Grupo Educativo en este contexto cambiante?
Yo diría, no perder la esperanza, no perder la convicción de que es posible mejorar la educación y crear mejores espacios para niños, niñas y adolescentes. Mantener la rigurosidad, la calidad de lo que hacemos, pero también la alegría y el entusiasmo con que trabajamos. Eso ha sido parte de nuestra identidad desde el inicio y debería seguir siéndolo siempre.