El pasado 05 de diciembre del 2023 la Agencia de la Calidad de la Educación dio a conocer los resultados PISA 2022. El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) mide competencias, habilidades y conocimientos de lectura, matemáticas y ciencias naturales en estudiantes de 15 años. Sin duda, contar con esta evidencia es un aporte a la comprensión de la realidad educativa de nuestro país, ofreciéndonos también un panorama comparativo respecto a otros sistemas educativos de los 81 países participantes del estudio.

Para el caso de Chile, los resultados en esta última versión no solo nos alertan ante las brechas de aprendizajes y de género que aumentaron en pandemia, sino que también, pusieron en evidencia cuestiones referidas al contexto educativo, siendo un elemento igual de importante y constitutivo dentro de la experiencia escolar y en el desarrollo de aprendizajes. Con respecto a ello, PISA 2022 incluye preguntas asociadas al clima escolar, lo que es un insumo valioso para escuchar desde las propias voces estudiantiles lo que ocurre dentro espacio educativo.  

Ante ello, los resultados son preocupantes para el caso chileno puesto que en comparación con el promedio OCDE, las y los estudiantes perciben en mayor medida que se distraen por el uso de recursos digitales. De esta manera, un 42% declaró distraerse porque otros estudiantes usan recursos digitales e informáticos, cifra sobre el promedio OCDE del 25%. De igual modo, más de la mitad de estudiantes chilenos/as, 51%, dice distraerse al usar dispositivos digitales lo que supera al porcentaje promedio de los países OCDE, 30% respectivamente.

Los datos empíricos hacen visible que estudiantes perciben y reconocen que el uso del teléfono sin fines académicos es un distractor y que afecta de manera directa e indirecta en el clima escolar y en el aprendizaje no solo a nivel individual, sino que también, para el colectivo estudiantil. Evidenciarlo como un problema nos invita a preguntarnos cómo interpretar estos datos y qué medidas adoptar para resguardar el derecho de la educación.  

Con respecto a ello, una primera sugerencia es no caer en conclusiones apresuradas o respuestas inmediatas que hagan creer que es un problema que afecta u ocurre únicamente a estudiantes, pues se trata de un fenómeno complejo y multidimensional que requiere seguir siendo complejizado y problematizado.

En efecto, en una sociedad industrial avanzada, el uso del teléfono se ha hecho presente en la vida cotidiana y en nuestras relaciones sociales, incluso en edades cada vez más tempranas. Según datos el Instituto Nacional de estadísticas (INE) para el año 2022 en Chile había más de 33 millones de teléfonos móviles lo que supera la cantidad de habitantes de nuestro país. Ello, permite situar la magnitud del fenómeno, reconociendo que su uso trasciende más allá de estudiantes o solo en el plano educativo, lo que permite descentrar miradas adultocéntricas que asocian únicamente el uso y abuso de tecnología en jóvenes. 

Asimismo, cabe aclarar que lo que está en juego no es la tecnología en sí misma, sino su uso prolongado y sin objetivos de aprendizajes definidos en el espacio del aula. En ese sentido, vale recordar que en el contexto de pandemia del COVID-19 la necesidad de garantizar el derecho de la educación a distancia se promovió el uso de recursos digitales. Por tanto, tal como sugiere UNICEF (2017) no se trata de no utilizar medios digitales en absoluto, así como tampoco promover su uso excesivo, pues ambas posturas suelen tener efectos negativos. Más bien la clave es promover un uso moderado y en el aula con objetivos pedagógicos claros.

Necesitamos indagar más sobre las razones del porqué estudiantes están prefiriendo conectar con una realidad digital antes que la realidad presencial de la sala de clases, qué les motiva preferir interactuar en plataformas digitales por sobre las interacciones que se desarrollan en el aula.

A su vez, es importante comprender el uso que les dan a los recursos digitales, pues ello permitiría no solo resguardar contenidos o situaciones que pudieran ponerles en peligro, sino que también podría iluminar acciones concretas para innovar en estrategias de enseñanza-aprendizaje y también mejorar el clima escolar.

La invitación también es a problematizar cómo el uso del teléfono sin fines académicos contraviene el aprendizaje, abrir el diálogo en cómo su uso prolongado puede generar dependencia digital; advertir riesgos ante contenidos inapropiados o riesgosos a los que pueden estar propensos estudiantes, y del uso malicioso y comercial de los datos privados. En definitiva, se trata de mirar más allá de la pantalla.

Herman Pezo
Magíster en Sociología de la UAH

Consultor de Proyectos de Grupo Educativo