Entrevista a María Angélica Martínez, de Grupo Educativo
Esta semana finalizó un exitoso nuevo ciclo de formación en género para la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), liderado por un equipo técnico especializado de Grupo Educativo. Entre resistencias, descubrimientos y quiebres personales, la experiencia dejó en evidencia que el cambio comienza en lo cotidiano.
— Terminó un nuevo ciclo de formación en género para educadoras de párvulo. ¿Cómo evalúas esta experiencia?
Fue un nuevo ciclo de dos jornadas muy profundas. Esta segunda versión tuvo una gran participación y un impacto potente. Este enfoque integral responde a los desafíos actuales de la educación pública chilena, que requiere no solo mejorar indicadores académicos sino formar ciudadanos íntegros, capaces de enfrentar los complejos desafíos del siglo XXI con herramientas cognitivas, emocionales y sociales. A través del desarrollo socioemocional sistemático, los SLEP pueden avanzar significativamente en el cumplimiento de su mandato de ofrecer una educación pública de calidad que asegure el máximo desarrollo de cada estudiante.

— ¿Qué elementos hicieron que esta formación fuera distinta de otras capacitaciones más técnicas?
La metodología implementada por el equipo docente, liderado por Patricia Araneda trasciende las tradicionales capacitaciones curriculares al abordar la perspectiva de género como un recorrido histórico, filosófico y vivencial. El desafío fue considerable: presentar la evolución del pensamiento desde el siglo XIX hasta nuestros días, analizar las diversas corrientes feministas y contextualizar estos movimientos en América Latina, todo sin convertirlo en contenido denso o inaccesible. El verdadero logro del equipo de profesoras, fue transformar este marco teórico en experiencias significativas y aplicables, creando puentes entre la teoría y la práctica cotidiana. Esta traducción pedagógica constituye, en esencia, el arte de nuestra propuesta formativa.”
— ¿Cómo fue la recepción por parte de las educadoras y otros participantes?
La recepción fue diversa y representativa de nuestra sociedad actual. Observamos desde participantes profundamente conmovidas por los contenidos hasta quienes manifestaron ciertos cuestionamientos iniciales. Identificamos también, que algunas perspectivas religiosas plantearon reflexiones importantes que enriquecieron el diálogo, aunque también presentaron desafíos para integrar ciertos conceptos. Fue valioso recordar que, al implementar una política pública educativa, todas las profesionales están llamadas a incorporar los enfoques que el Estado promueve, buscando siempre el respeto a la diversidad de pensamiento.
La participación masculina, aunque minoritaria en este campo tradicionalmente feminizado, fue notablemente receptiva y comprometida. Pero quizás el fenómeno más enriquecedor fue el diálogo intergeneracional: educadoras jóvenes con formación y sensibilidad en temas de género intercambiando experiencias con profesionales de larga trayectoria, cuyas vivencias y saberes complementaron perfectamente las nuevas perspectivas.”
— ¿Qué rol juegan las generaciones en estas diferencias?
El factor generacional es determinante en estos procesos formativos. Las educadoras más jóvenes suelen incorporar naturalmente la perspectiva de género, pues han crecido en contextos donde estos debates ya formaban parte del discurso educativo y social. Por otro lado, las profesionales con mayor trayectoria aportan una riqueza invaluable desde sus experiencias, aunque en ocasiones deben deconstruir ciertas concepciones arraigadas o resignificar vivencias personales complejas.
Lo valioso de nuestra metodología es que creamos espacios seguros donde este diálogo intergeneracional florece, permitiendo que la reflexión se profundice desde múltiples miradas. Más que una capacitación, ofrecemos una invitación a la apertura personal y profesional, donde cada participante puede revisar su propia historia y proyectar nuevas prácticas educativas.”

— ¿Y cómo se hace sostenible este tipo de cambio en el tiempo?
La verdadera transformación educativa requiere modificar estructuras cognitivas profundas, no solo adquirir conocimientos teóricos. Nuestra metodología apuesta por la experiencia encarnada: comprender la perspectiva de género desde lo vivencial y emocional.
Me gusta usar la metáfora del aprendizaje cotidiano: cuando incorporas una nueva forma de realizar una acción habitual, como amarrarte los zapatos diferente, al principio requiere consciencia y esfuerzo, pero una vez integrado, se vuelve natural y ya no regresas a la forma anterior. Así ocurre con la perspectiva de género en educación.
Por eso sostengo que el enfoque feminista trasciende su dimensión como corriente filosófica para convertirse en un poderoso método de análisis de la realidad educativa y social, que una vez incorporado, transforma permanentemente nuestra mirada profesional.
— ¿Crees que la formación en género tiene impacto más allá del aula?
Absolutamente. El impacto de esta formación trasciende las paredes del aula y se expande hacia todos los espacios de socialización. Por eso en Grupo Educativo hemos desarrollado una línea especializada en formación con perspectiva de género que adaptamos para diversos contextos: instituciones estatales, redes de sostenedores educacionales, universidades y entornos corporativos.
La experiencia con JUNJI constituye un modelo replicable que puede inspirar transformaciones en múltiples ámbitos sociales. La perspectiva de género no es simplemente una tendencia pasajera o una imposición normativa; representa un cambio de paradigma educativo y social que ha llegado para consolidarse como elemento fundamental en la construcción de una sociedad más equitativa desde la primera infancia.