En un reportaje publicado por El Mercurio, Andrés Roncagliolo, gerente de proyectos de la consultora Grupo Educativo, profundizó en los desafíos que enfrentan las estudiantes mujeres en la Educación Técnico-Profesional (TP), especialmente al momento de acceder a sus prácticas profesionales. Sus observaciones se enmarcan en un contexto más amplio: la urgencia de actualizar los currículos TP y fortalecer la vinculación con la industria, según el informe recientemente elaborado por el Centro de Innovación en Liderazgo Educativo (CILED) de la Universidad del Desarrollo.
Los datos muestran que, pese a los avances, persisten barreras culturales, infraestructurales y normativas que restringen la incorporación femenina en especialidades altamente masculinizadas. En 2024, solo 906 mujeres cursaron especialidades tradicionalmente dominadas por hombres —como electricidad, metalmecánica o construcción—, y su acceso a prácticas fue sustancialmente menor que el de sus pares masculinos.
Roncagliolo advierte que todavía existen liceos TP que segmentan la matrícula por género, lo que limita la opción educativa de muchas jóvenes. “Todavía hay colegios en donde hay especialidades para hombres y mujeres, no dejando que se matriculen en uno u otro, o poniendo ciertas dificultades”, sostuvo.
Sin embargo, el mayor desafío aparece al llegar a las empresas. El análisis de Grupo Educativo reveló que, mientras más de 2.000 compañías reciben estudiantes hombres en práctica, solo 541 ofrecen cupos para mujeres en la Región Metropolitana. Y, en la mayoría de los casos, estos cupos se restringen a una o dos plazas por establecimiento.
Las razones, explica Roncagliolo, van desde la falta de baños y camarines adecuados hasta cuestiones operativas relacionadas con la Ley del Saco, que limita el peso máximo que pueden cargar mujeres y hombres. Ejemplos como bodegaje o telecomunicaciones lo ilustran con claridad: “En el servicio de internet o fibra óptica se usan escaleras que pesan 25 kg, lo que supera el peso que pueden cargar las mujeres. ¿Entonces qué pasa? Ellas no pueden hacer este trabajo en altura”, señala.
Para el especialista, la solución no pasa por excluir a las estudiantes, sino por adaptar las condiciones y revisar los estándares de equipamiento. “Más que limitarlas, la opción es abordar el tema y buscar soluciones. Perder a la mitad de la población es muy poco eficiente”, enfatiza.
El reportaje también expone que estas brechas se extienden a la infraestructura de los liceos, la actualización curricular y la presencia femenina en cargos directivos, que en el mundo TP llega apenas al 41%. Directores y sostenedores consultados por el CILED subrayan la necesidad de una articulación fluida con la industria, liderazgos especializados y políticas que promuevan la equidad.
En un sistema donde el 35% de los estudiantes de 3° y 4° medio opta por la formación TP —y en el que las mujeres representan casi la mitad de la matrícula—, las observaciones de Roncagliolo vuelven a poner sobre la mesa un desafío pendiente: avanzar hacia una educación técnico-profesional más inclusiva, actualizada y pertinente, que no deje fuera a nadie por razones de género ni de infraestructura.
